A propósito del carrete caucásico del sábado antepasado (que espero hayan disfrutado) quería comentar con ustedes, fieles lectores, cómo fueron algunos de nuestros carretes estando de viaje por las Europas.
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Lejos el premio a lo más freak se lo lleva el carrete al que fuimos en Yereván, la capital de Armenia. De partida, la fiesta era en el subterráneo del equivalente a nuestro capitalino Teatro Municipal. El templo de la música docta también era el lugar en el que se escuchaban los acordes del más puertorriqueño reggaeton.
La primera gran impresión al entrar a este "night club" fueron los grandes espejos que decoraban prácticamente todas las paredes del lugar. Pronto, cuando la fiesta ya estaba más animada, nos enteramos de la función que cumplían: Al parecer, los hombres y mujeres armenios, cansados de tener parejas reales, de carne y hueso, preferían por compañera(o) de baile nada más y nada menos que a sus propias imágenes proyectadas en los espejos!!!! Ahí estaban, meneando sus cinturas al son de la música de moda y coquetéandose a sí mismos con bailes estrambóticos. Digno de registrar (maldición que no lo hicimos). La guinda de la torta fue la canción tradicional que pusieron y que nos tuvo a los dos segundos arrastrados por la multitud bailando abrazados al más puro estilo de Mi Gran Casamiento Griego. Como si en la Blondie pusieran a Los Huasos Quincheros y la concurrencia, cual Bafochi, se pusiera a coreografear unos muy ensayados pasos de baile.
Otro carrete freak lo tuvimos en Bakú, Azerbaiján. Fuimos a una fiesta que comenzaba a las 6pm cuando aún el cielo estaba claro... Era estar en Iuesei. La razón, nos la comentó Elgun Memedov, azerí de nacimiento, gringo por adopción y "latinocaliente" de corazón: a las jóvenes chicas azeríes por lo general no se les permite salir hasta más tarde de las 22.00 hrs., por lo que los carretes deben estructurarse según el timing de la concurrencia femenina ¿lógico no? Ojo: no olvidar que estábamos en un país musulmán, donde si bien no había mucho shador por las calles, sí se respetaban muchas de las leyes y tradiciones islámicas, como por ejemplo: el no consumo de alcohol (al menos en lugares públicos).
Si tuviéramos que hacer un top 3 de los carretes del viaje, sin duda que Tallin estaría disputando seriamente el liderazgo. En la fría capital estonesa nos pilló el cumpleaños de Nando, y por fin ese día pudimos desenpolvar el pisco que cargábamos cual trofeo por casi tres meses de viaje. Como no podíamos ser tan flaites de entrar a un pub con nuestro copete nacional, decidimos hacer "la previa" en las plazas del casco antiguo, premunidos de un par de vasitos McDonald's que Erwin, el estonio que nos atendió como 8 veces esa noche, nos pasaba con cara de sospecha. No puedo contar mucho de este carrete, pues no es mi intención publicar a tal punto la intimidad del equipo caucásico. Sólo puedo decir que a las chicas del equipo se las trataron de engrupir unos chilenos muy pero muy chantas que andaban dando vueltas por Escandinavia, que conocimos más de lo que quisimos los hábitos sanitarios de los estoneses y que definitivamente ya sabemos por qué los fineses parten en masa los fines de semana a juerguear a tierras estonias.
Finalmente culmino este breve recuento con algunos flashes de nuestro carrete de Año Nuevo en el gélido París. Cocinamos en la casa de Ingrid, la tía de la Cata, que pasaba el Año Nuevo en casa de unos amigos. Ahí compartimos la cocina de esta impecable casona del siglo XVII con un grupo de adolescentes franceses -entre los que estaban los hijos de Ingrid- que con sólo unos 16 años tenían la sofisticación culinaria para preparar una raclette. Al mismo tiempo, obviamente, hacían ver muy poco digna (pero honrada) a nuestra lasaña hecha a base de salsa de tomate de supermercado.
Una hora antes de las doce partimos hacia la Torre Eiffel, pese a las insistencias del hijo de Ingrid de que no nos apareciéramos por tal lugar. Pero no!, como buenos turistas, no hicimos caso e igual partimos, en un tren con cientos de franceses en juerga por la víspera del nuevo año mientras brinábamos con vodka ruski camino a L'Etoile.
La primera gran impresión al entrar a este "night club" fueron los grandes espejos que decoraban prácticamente todas las paredes del lugar. Pronto, cuando la fiesta ya estaba más animada, nos enteramos de la función que cumplían: Al parecer, los hombres y mujeres armenios, cansados de tener parejas reales, de carne y hueso, preferían por compañera(o) de baile nada más y nada menos que a sus propias imágenes proyectadas en los espejos!!!! Ahí estaban, meneando sus cinturas al son de la música de moda y coquetéandose a sí mismos con bailes estrambóticos. Digno de registrar (maldición que no lo hicimos). La guinda de la torta fue la canción tradicional que pusieron y que nos tuvo a los dos segundos arrastrados por la multitud bailando abrazados al más puro estilo de Mi Gran Casamiento Griego. Como si en la Blondie pusieran a Los Huasos Quincheros y la concurrencia, cual Bafochi, se pusiera a coreografear unos muy ensayados pasos de baile.
Otro carrete freak lo tuvimos en Bakú, Azerbaiján. Fuimos a una fiesta que comenzaba a las 6pm cuando aún el cielo estaba claro... Era estar en Iuesei. La razón, nos la comentó Elgun Memedov, azerí de nacimiento, gringo por adopción y "latinocaliente" de corazón: a las jóvenes chicas azeríes por lo general no se les permite salir hasta más tarde de las 22.00 hrs., por lo que los carretes deben estructurarse según el timing de la concurrencia femenina ¿lógico no? Ojo: no olvidar que estábamos en un país musulmán, donde si bien no había mucho shador por las calles, sí se respetaban muchas de las leyes y tradiciones islámicas, como por ejemplo: el no consumo de alcohol (al menos en lugares públicos).
Si tuviéramos que hacer un top 3 de los carretes del viaje, sin duda que Tallin estaría disputando seriamente el liderazgo. En la fría capital estonesa nos pilló el cumpleaños de Nando, y por fin ese día pudimos desenpolvar el pisco que cargábamos cual trofeo por casi tres meses de viaje. Como no podíamos ser tan flaites de entrar a un pub con nuestro copete nacional, decidimos hacer "la previa" en las plazas del casco antiguo, premunidos de un par de vasitos McDonald's que Erwin, el estonio que nos atendió como 8 veces esa noche, nos pasaba con cara de sospecha. No puedo contar mucho de este carrete, pues no es mi intención publicar a tal punto la intimidad del equipo caucásico. Sólo puedo decir que a las chicas del equipo se las trataron de engrupir unos chilenos muy pero muy chantas que andaban dando vueltas por Escandinavia, que conocimos más de lo que quisimos los hábitos sanitarios de los estoneses y que definitivamente ya sabemos por qué los fineses parten en masa los fines de semana a juerguear a tierras estonias.
Finalmente culmino este breve recuento con algunos flashes de nuestro carrete de Año Nuevo en el gélido París. Cocinamos en la casa de Ingrid, la tía de la Cata, que pasaba el Año Nuevo en casa de unos amigos. Ahí compartimos la cocina de esta impecable casona del siglo XVII con un grupo de adolescentes franceses -entre los que estaban los hijos de Ingrid- que con sólo unos 16 años tenían la sofisticación culinaria para preparar una raclette. Al mismo tiempo, obviamente, hacían ver muy poco digna (pero honrada) a nuestra lasaña hecha a base de salsa de tomate de supermercado.
Una hora antes de las doce partimos hacia la Torre Eiffel, pese a las insistencias del hijo de Ingrid de que no nos apareciéramos por tal lugar. Pero no!, como buenos turistas, no hicimos caso e igual partimos, en un tren con cientos de franceses en juerga por la víspera del nuevo año mientras brinábamos con vodka ruski camino a L'Etoile.
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Tan, tan, tan, las doce!!! (en realidad no hubo ni un tan...no estábamos en Londres)
Ningún fuego artificial
Ninguna Marsellesa
Pocos abrazos
Sólo unos tibios champañazos.
No, no podía ser así, estábamos cagados de frío en pleno Campos Elíseos pasando el Año Nuevo y no podía ser tan fome. Quizás sintieron lo mismo un grupo de brasileños que estaba a nuestro costado y, fieles a la hermandad latinoamericana, nos pusimos a gritar (no a cantar) nuestros himnos patrios, y a abrazar a franceses, marroquíes, gringos, alemanes, etc. hasta la policía gala se llevó abrazos de los chilenos. Había algunos locos, se escuchaban gritos de "¿y dónde está mi french kiss?" y todo tipo de rarezas. Luego de algunas aventurillas y desvergüenzas por las calles parisinas llegamos a un departamento muy cerca de Notre Dame donde bailamos hasta las 5am - 6am. Para no olvidar.
Ningún fuego artificial
Ninguna Marsellesa
Pocos abrazos
Sólo unos tibios champañazos.
No, no podía ser así, estábamos cagados de frío en pleno Campos Elíseos pasando el Año Nuevo y no podía ser tan fome. Quizás sintieron lo mismo un grupo de brasileños que estaba a nuestro costado y, fieles a la hermandad latinoamericana, nos pusimos a gritar (no a cantar) nuestros himnos patrios, y a abrazar a franceses, marroquíes, gringos, alemanes, etc. hasta la policía gala se llevó abrazos de los chilenos. Había algunos locos, se escuchaban gritos de "¿y dónde está mi french kiss?" y todo tipo de rarezas. Luego de algunas aventurillas y desvergüenzas por las calles parisinas llegamos a un departamento muy cerca de Notre Dame donde bailamos hasta las 5am - 6am. Para no olvidar.
3 comentarios:
Miiiiiiish ...
Bien mal parece que lo pasaron...
en todo caso, opinión personal, yo no bailaría con mi reflejo, prefiero bailar con mi amigo imaginario, pero con mi reflejo... bueno cada país con sus costumbres.
Me habría gustado verlos en año nuevo, me los imagino de lo más recatados.
Saludos.
¡¡ Qué ganas de haber estado allá!!
En todo caso, lo tenían más que merecido después de todo el trabajo que hicieron, ya sea antes del viaje como en el viaje en sí.
Y Nando, medio cumpleaños que se llevo!!... momentos que no se viven todos los días. Ya imagino lo que le podrás contar a tus nietos depués... jajajaja.
Que ganas de haber visto fotos de esos lugares. Aunque con tanto carrete quizás era mejor guardar la compostura frente al público ;P
Un abrazo grande a todos.
Mucha Fuerza.
¡Ya quiero ver el documental!
Saludos
Familia Cáucaso: Insisto en lo dicho desde antes del viaje. ¡¡¡me dan una envidia terrible!!!. Aparte del trabajo, lejos lo más importante son todos estos momentos, todas estas postales que nos están contando (muy de a poco, ¡¡queremos más!!!), las que los harán recordar con cariño la "loca aventura" que emprendieron. Un beso. Paulina
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