Las personas de negro

La mayoría de los hombres en el Cáucaso Sur se viste de negro.
Quizás eso no es tan curioso si se asume que este es un color clásico, que no pasa de moda y que le sienta bien a casi todas las personas. Mal que mal todos usamos negro para vestirnos.

Lo diferente en este caso, es que la vestimenta negra en el Cáucaso tiene una doble explicación, que trasciende la moda y por eso es tan interesante de analizar.

Si tomamos en cuenta el hecho de que durante los noventa estos países no tenían agua potable asegurada y tampoco productos en forma ilimitada, como detergentes o jabones, y, más aún, ni siquiera suficiente dinero como para poder comprar ropa, comienza a cobrar sentido el hecho de que su única prenda de vestir sea un terno y zapatos negros en punta. La gente allá nos comentó que con esto se aseguraban el no lavar las prendas frecuentemente, ya que la suciedad no se notaba tanto. Además, como se trataba de pantalón y chaqueta, era funcional para situaciones tanto formales como informales. Al menos así lo creían ellos.

Pese a que el poder adquisitivo de las personas en estos países no ha mejorado sustancialmente, una creciente liberalización económica, tras la caída de la URSS, ha hecho que las capitales de estas naciones se cubran de tiendas como Adidas, Nike, Louis Vuitton, entre otras, ampliando la oferta de la moda. Los que pueden, han tendido a dejar de lado sus antiguos vestidos negros y si bien pueden comprar sólo unas pocas prendas cada año, lucen orgullosos sus poleras Gucci o Tommy Hilfiger. Las mujeres llevan la delantera, y pese a que a muchas se las puede ver con la misma tenida por varios días seguidos, se han desligado del negro funcional.

Sin embargo, hay personas que se niegan a dejar el negro de lado. El negro uniforma, homogeniza y las personas se sienten parte de una masa en que todos se reconocen como iguales. El régimen soviético, que dominó las mentes de estas personas, se palpa en cosas como éstas.

En los países del Cáucaso las personas de negro representan el legado de una época que caló tan profundo que provoca que 15 ó 16 años sea muy poco tiempo para sacudirse de ella. E incluso más, hay gente que no quiere olvidarse de esa época, la recuerdan y defienden, añorándola como un pasado bastante mejor que el de ahora.

Los colores afloran tímidos en las calles de estos países, y es un signo de que las cosas se comienzan a ver con matices y no desde una perspectiva de blancos y negros. Los jóvenes son los llamados a comenzar este movimiento, sin embargo, ellos idealizan Occidente y los procesos que se viven o vivieron en esta parte del mundo, lo cual puede resultar muy perjudicial si partimos de la base que ni la democracia ni el libre mercado son recetas únicas e irrepetibles, y es necesario que se adapten y adopten con los bemoles correspondientes a cada realidad. Incluso más, puede que haya realidades que simplemente no necesiten de estos modelos para su desarrollo.

Por Nando.

Adiós 2007

Se fue el 2007. Un año que pasó demasiado rápido a mí parecer…aunque no es idea mía no más, ya que varias personas me han comentado lo mismo.

Igual hay que decirlo, síntoma del paso de los años es que cada vez el tiempo se pase más rápido; pero ésa es otra discusión y puede ser media depresiva, así que mejor ahora no.

El 2007 se fue rápido…eso estaba diciendo. Y lo comento porque pese a que fue un completo año de trabajo, con sus 365 días, sus 52 semanas, sus 12 meses, Proyecto Cáucaso no ve la luz.

El público impaciente, viendo que termina el año, se pregunta… ¿y?, ¿cuándo vamos a ver algo?, ¿en qué están?, ¿cómo va el proyecto?

Por esa razón queríamos contarles en qué estamos.

El programa de TV va más avanzado que el documental, sobre todo porque la lógica de realización del primero es más fluida que la del segundo. El ritmo de los personajes, la profundidad de las historias, y el hilo narrativo del documental sin duda nos han ocupado más horas de trabajo.

Quería contarles que además estamos buscando oportunidades para vender Proyecto Cáucaso fuera de Chile. Creemos que la visión que da, tanto el programa de TV como el documental, es interesante para una audiencia internacional.

Así, hemos tenido que trabajar versiones en español y en inglés.

Pero Proyecto Cáucaso va en buen camino, eso es lo importante. Estamos satisfechos con los avances hasta ahora, como los resultados de la exposición fotográfica -el primer acercamiento a los resultados del Proyecto que tuvo la gente-, en que la respuesta del público fue súper positiva.

Ahora que termina el año nos gustaría agradecer el apoyo que nos dieron durante todo el 2007. El apoyo en las actividades que realizamos para juntar fondos: las fiestas y el concierto de guitarra clásica; el apoyo y la participación en la exposición fotográfica y el apoyo a través de los mensajes que nos han dejado en el blog.

A todos los que forman parte de la red de Proyecto Cáucaso, les queremos desear una muy Feliz Navidad, y que el próximo año 2008 sea exitoso y feliz. Nosotros lo esperamos con ansias, ya que será el año que verá estrenar Proyecto Cáucaso, el documental y la serie de TV.

Hasta entonces.

Por Cata

La soledad

Leyendo lo que escribió Cristóbal la semana pasada me quedó dando vueltas el tema de la soledad hacia la que a pasos agigantados parece que vamos avanzando. La humanidad completa. Todos. Sin darnos cuenta.

En esa búsqueda por diferenciarnos y separarnos y distanciarnos vamos perdiendo aquello que nos convierte en humanos, lo que nos constituye en sociedad. Separándonos y poniendo fronteras entre nosotros y los demás vamos rompiendo esa relación que debe darse entre todos para poder hacernos sociedad. Esa que se forma con el diálogo con otros, diálogo que se enriquece con la diferencia, con la pluralidad, con las distintas gamas de colores.

Pero nos alejamos. Sin darnos cuenta. Porque esa distancia no se pone sólo consciente. También se da cuando no miramos al otro, cuando le hablamos sólo porque lo necesitamos. Convirtiéndose la relación en utilitaria -hasta cierto punto.

¿A qué viene todo esto? pueden estarse preguntando.

Viene a que hoy abrí mi correo y tenía un mensaje de un amigo que nos hicimos allá. Era un saludo para saber cómo estábamos, qué se contaba. Y mientras leía me cayó la teja: ¡nunca le había escrito!, desde que volvimos no le había escrito nada de nada. Y me sentí pésimo, porque fue una muy buena ayuda mientras estuvimos allá. Nos llevaba a pasear, nos llamaba casi todos los días para saber de nosotros, nos presentó a su familia. Y yo simplemente lo borré de mi cabeza cuando llegué a Santiago.

Y eso es algo que no puede pasar. Porque no está bien. Y me pongo como tarea desde hoy en adelante no volver a hacerlo. No dejar para otro momento el contacto con la gente. "People matters" escuché en una serie de esas a las que soy adicta, y como importan, como uno mismo se siente importante, es tarea de cada uno no olvidarnos del resto. Y al no olvidarnos, al no olvidarme, podemos poner un pequeño grano para no quedarnos solos, para aumentar la interconexión, para que la globalización sea eso realmente y no dejemos de ser humanos.

Ahora mismo respondo el mail.


por Pola

De Kosovo, el Cáucaso y nuestra soledad

Los que han estado al tanto de la actualidad internacional, sabrán que mañana 10 de diciembre se marca un hito en el largo proceso de búsqueda de una solución mediada al conflicto que vive una pequeña porción de tierra situada en el corazón de los Balcanes, y que pasó en sólo un par de años del anonimato internacional a una fama bastante trágica: Kosovo. Mañana se agota el plazo por el cual la UE, Estados Unidos y Rusia intentaron acercar a las partes en disputa y lograr una solución que intentara dejarlos conformes.
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No se pudo.
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Y de aquí a unos meses, probablemente los kosovares, que hasta hoy forman parte de Serbia, declaren unilateralmente su independencia.
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Serbia no estará muy contenta.
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Rusia, aliada histórica de sus hermanos eslavos del sur, tampoco.
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La ONU no saltará de alegría. La misión que encabezaba el finés Martti Ahtisaari no pudo conciliar a las partes, y el organismo internacional una vez más no saca cuentas alegres en sus esfuerzos por solucionar dentro de cauces diplomáticos e institucionales un conflicto regional que causó miles de víctimas. Ahtisaari proponía algo así como una independencia gradual, pero Serbia jamás apoyó esa medida, pues lo máximo que estaban dispuestos a ceder era a otorgar altos grados de autonomía a esa provincia, su provincia, de mayoría albanesa.
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Los kosovares, por otro lado, jamás aceptaron algo que no fuere una independencia total de su disputada región.
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Estados Unidos y otras naciones occidentales, sobre todo de la Unión Europea, sonríen, aunque sólo discretamente, pues a fin de cuentas estaban por culminar con la independencia de Kosovo.
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¿Qué pasará después de mañana? No lo sabemos.
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Pero, ¿a qué va una reflexión sobre una región de los Balcanes en un blog sobre el Cáucaso?
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No, no es confusión (por cierto, muchísima gente piensa que el Cáucaso y los Balcanes son lo mismo). Lo que ocurre es que lo que está pasando hoy en los Balcanes puede afectar directamente la estabilidad del polvorín caucásico.
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Como acertadamente lo recoge la última edición del Economist, el Cáucaso Sur (Armenia, Azerbaiyán y Georgia) está plagada de regiones separatistas que podrían ver lo que pasa en la ex Yugoslavia como un muy conveniente antecedente. Abjasia y Osetia del Sur (dentro de Georgia), y Nagorno Karabagh (en Azerbaiyán, pero actualmente bajo dominio armenio tras la guerra que enfrentó a estos dos países en los años 90), son ejemplos de zonas que podrían en un futuro cercano, clamar por un trato similar al de Kosovo.
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Bajo cierta perspectiva, estas regiones tienen algunas características similares a las de Kosovo: territorios habitados por un pueblo o una etnia distinta a la que los gobierna: los kosovares en Serbia, los armenios de Nagorno Karabagh en Azerbaiyán, los osetios en Georgia, etc.
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Un referente como Kosovo, no pasará desapercibido en el Cáucaso Sur. De hecho, probablemente tampoco pasará inadvertido para los chechenos que viven en Rusia, los vascos o catalanes de España, los turcos de Chipre, y suma y sigue...
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Hay miles -y en ciertos casos abismantes- diferencias entre cada uno de los ejemplos que formulo. Pero aún así, el precedente que puede ocurrir tras el desenlace de Kosovo, puede encender mechas ávidas de fuego en muchas partes del mundo.
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Zaki Laïdi, un politólogo francés, en Un Mundo sin Sentido, hablaba -citando a Freud- del "narcicismo de las pequeñas diferencias". Vivimos en una sociedad híperglobalizada, donde la comunión de intereses, la homogeneización de la cultura, y la ubicuidad de los mismo referentes, hacen que muchos se vuelvan hacia sus raíces, sus únicas, originales y exclusivas referencias. Así, los ínfimos detalles van a distinguirnos, y también a marcar las odiosidades, los intentos de separatismo, las ansias de encerrarnos entre iguales, ni siquiera entre parecidos.
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Y aquí, me pregunto, ¿si constantemente estamos buscando agruparnos entre iguales, o encontrando las diferencias con el otro (más que los puntos de encuentro), para marcar algún grado de distancia, para reconocernos en medio de esta tribu global... no llegará acaso el momento, en que el hombre, en ese impulso sin sentido de segregar, termine quedándose solo?
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¿Absolutamente solo?
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Cristóbal

Desmitificando

Uno de los comentarios que más me gustó de la exposición de fotos que recientemente presentamos en el Centro de Extensión UC, fue que se trataba de una exhibición donde se desmitificaba la zona de Cáucaso.

Antes de partir no podía negar mi temor por visitar una zona “conflictiva”, que tiene a dos países con fronteras cerradas, como son Armenia y Azerbaiyán, y otro país con un enemigo tan poderoso y activo como Georgia y su relación con Rusia.

Además, no me podía hacer el ciego frente a la conocida inestabilidad política de esta zona. Más de alguna vez pensé en la posibilidad de que estando allá estallara algún conflicto. De hecho casi ocurre en Georgia, cuando en octubre del año pasado, semanas antes que llegáramos a ese país, se descubrió a espías rusos en Tbilisi. Eso sí, no fue nada cercano a la situación que vive actualmente Georgia, en que las reiteradas acusaciones de corrupción hicieron que las protestas ciudadanas se volvieran casi incontrolables y de mucha violencia para casi derrocar al actual gobierno. Aparte de esto se me apretaba un poco el estómago cuando pensaba que tendríamos que grabar y tomar fotografías en Azerbaiyán, donde un dictadura controla cada movimiento ciudadano.

Con todos estos temores y ansias, pero también con cierta ingenuidad y confianza, partimos a ver con nuestros propios ojos esta zona cargada de mitos y prejuicios.

Haber comenzado por Armenia fue una decisión que agradecí bastante, ya que al no ser un país completamente controlado por el poder central, nos permitió gradualmente acostumbrarnos a la manera en que se tenía que trabajar haciendo periodismo en la región. Se cautos y parecer turistas fue una de las premisas que tratamos de mantener todo el viaje.

Gracias a la diáspora, Armenia recibe una gran influencia de todas partes del mundo, de hecho no nos fue para nada difícil encontrar gente que hablara un inglés muy fluido. Yereván, la capital, tenía todo lo que necesitas de una ciudad. De conflictos y guerras era poco lo que se escuchaba.

Curiosamente me sentía más seguro caminado por las calles de la capital armenia que en Santiago. Lo que sí sonaba, pero a nivel de declaraciones, era un fuerte resentimiento al pueblo turco.

Cuando llegamos a Tbilisi, capital de Georgia, pensé que el tema de los chechenos sería muy importante, además creí que se comentaría mucho más lo que recientemente había ocurrido con los espías rusos y que llevó a que muchos diplomáticos abandonaran el país.

Lo que encontré fue una ciudad viva donde las preocupaciones de las personas era actualizar su celular, ir de cuando en cuando a comer a uno de los dos Mac Donalds que habían, y visitar las nuevas tiendas de calle Rustaveli. Obviamente estoy ridiculizando, pero creo que sirve para comprender que nuevamente de guerras y conflictos ni hablar. El único incidente que empañó la normalidad de Georgia fue cuando me detuvieron unos militares por estar grabando en una zona que aparentemente estaba prohibido hacerlo (digo probablemente porque en ningún lado decía que no se podía).

Azerbaiyán representó quizás el lugar en donde mis aprensiones y temores pre viaje se cristalizaron en mayor medida. Como han podido ver en nuestros reportes y posts anteriores, fue en ese país donde cinco veces policías se acercaron preguntándonos qué filmábamos. Fue además el único país donde la televisión local nos hizo una entrevista estilo KGB y donde además nos quitaron una cinta por grabar en un campo de petróleo. Pese a todo esto Azerbaiyán no olía a pólvora ni nada por el estilo. Sólo petróleo y desigualdad era lo que se respiraba, pero ese podría ser el escenario de varios países en el mundo actualmente.

Donde sí estuvimos cara a cara con la guerra y el conflicto latente fue en nuestra visita Nagorno Karabagh, allí la destrucción y los recuerdos frescos de una guerra reciente rondaban por cada esquina.

Aparentemente los conflictos de estos países no están tan a la vista como en otras regiones del mundo. Las capitales al menos no dan muestra de tensiones bélicas. Parece que las dificultades se arraigan en las mentes de las personas y en una herencia soviética que pesa mucho al momento de pensarse como países independientes.

NANDO